Los eclipses solares son fenómenos astronómicos que ocurren cuando la luna pasa entre la Tierra y el sol en línea recta, bloqueando parcial o totalmente la luz solar, creando una sombra en la superficie de la Tierra. Se forman debido al alineamiento casi perfecto de la Tierra, la luna y el sol.
Un eclipse solar total ocurre aproximadamente una vez cada dieciocho meses en algún lugar de la Tierra y solo se puede ver desde una pequeña área de la superficie terrestre. En cambio, los eclipses solares parciales son más comunes y ocurren con mayor frecuencia en diferentes partes del mundo. Estos fenómenos son tan fascinantes que generan interés y entusiasmo en la comunidad científica y en el público en general.
Bueno, ¿y qué relación tiene esto con nosotros? Dios proveyó un sacrificio perfecto: Su propio Hijo; este sacrificio es eterno y suficiente para cubrir todo el pecado humano. Es por eso que en el momento que un pecador cree en Cristo crucificado, es trasladado de la muerte para entrar a la vida en Cristo y ser alineado con Él. La misma forma de alineamiento que ocurre cuando se da un eclipse, sucede con la vida de Cristo en nosotros.
La expresión en Cristo aparece más de ciento treinta veces en el Nuevo Testamento. Consideremos a continuación algunos textos en los cuales esta expresión se usa para mostrar que, desde antes de la fundación del mundo, a través de nuestra presente vida y hasta la eternidad del futuro, Dios solo está interesado en lo que está relacionado con Su Hijo:
● Efesios 1:4: “según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para
que fuésemos santos y sin mancha delante de él […]”
● Efesios 1:6: “para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo
aceptos en el Amado […]”
● Efesios 2:13: “Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo
estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo”.
● 2 Corintios 5:17: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es;
las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas”.
Lo que determina la posición, privilegios y posesiones de los que han creído, es
que son hallados en el Hijo. Estar en Cristo es estar donde Él está y tener lo que Él tiene. El creyente en Cristo está en la presencia inmediata del Padre, porque Jesús está a la diestra del Padre. Jesús es visto por el Padre y así también el creyente en Cristo. Efesios 2:6, dice: “y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo entrar en los lugares celestiales con Cristo Jesús”.
La fe se apropia de nuestra herencia en Cristo y recibe lo que Dios en Él ha
provisto. Todo esto es posible porque en el momento en que creímos hubo un
cambio, un traslado, una movida que nos ha ubicado en una nueva atmósfera en la cual, por medio de la obra del Espíritu, la renovación de tu entendimiento, y la
formación y manifestación de la vida de Cristo, podemos disfrutar en tiempo real
lo que ya es una verdad en Cristo.
Todo lo que necesitamos está en Él y sin Él nada es suficiente. Nuestra vida está
eclipsada en Jesucristo.
Dayna Monteagudo
Autora de “Desde el corazón de una amiga”, “Desde el corazón de una madre”, y
“Misma, tenemos que hablar”.
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